Solo somos herramientas de la izquierda, no sus dueños
Los desayunos siguen siendo fructíferos. Este articulo que, recoge una conversación, con Juan José Millas sobre su último libro da para pensar en muchas cosas. “Somos una herramienta del lenguaje, no sus dueños. La historia de la ciencia se podria contar en función de nuestras percepciones erroneas..“ .“La lucha del ser humano contra su percepción ha sido brutal. Y uno de esos errores es la idea de que somos dueños del lenguaje.“
El pone el ejemplo del lenguaje sexista…“los acádemicos dicen que no, pero es imposible que una sociedad patriarcal haya elaborado un lenguaje no sexista“. Lo que viene a decir que el lenguaje es sexista como la tierra es redonda, pero cuando caminas por la calle no lo notas.
A propósito de esta frase de Millas sobre el lenguaje, pensé que en el debate político sobre la izquierda pasa algo parecido, se me ocurrió parafrasearla y me salió algo que me gustó: Solo somos herramientas de la izquierda, no sus dueños. Así que es imposible que una realidad plural, de propuestas políticas que solo tienen en común el ideal de que se defiendan los derechos de todos frente a los de una ínfima minoria, pueda ser patrimonio de una sola manera de entenderla. Si queremos que ese mundo que dibuja la izquierda sea realidad tendremos que aceptar que no somos sus únicos dueños, sea cual sea el significado que nosotros le atribuyamos a la izquierda.
Por otro lado tenemos la palabra «convergencia», la necesidad de construir una propuesta «unitaria» de todas las fuerzas-propuestas políticas de «izquierda», de los de «abajo». Realizamos conjeturas de cómo aglutinar a todos los actores políticos que se mueven en ese magma, olvidando que la palabra «covergencia» la palabra «unitaria» tampoco tienen dueño y sobre todo olvidando, como decía mi buen amigo Manuel Jesús Román Estrade, que la unidad y la convergencia que se tienen que dar no es la de todas las fuerzas-opciones políticas de «izquierda» entre sí, sino la de esas fuerzas-opciones políticas y la ciudadanía, ese es el verdadero cisma que debemos cerrar.
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